¿Quieren conquistar la cima del Everest (8,848 metros) en una semana? ¿Pueden pagar entre dos y tres millones de pesos para conseguirlo? ¿Están dispuestos a utilizar una sustancia para mejorar su rendimiento, aunque sea ilegal en deportes de alto rendimiento? ¡Bienvenidos a la era del gas xenón!
Lo anterior, viene a colación ya que, recientemente, causó revuelo internacional la “hazaña” de cuatro ingleses (ex soldados de élite) que lograron conquistar la cima del techo del mundo en apenas una semana, gracias a un detallado programa de entrenamiento que incluyó sesiones de inhalación con gas xenón.
La noticia reavivó también un debate entre la comunidad montañista: el uso de sustancias para aumentar el rendimiento, reducir la fatiga o mejorar la capacidad de recuperación. Sobre todo, en expediciones de alto riesgo o cuando se intenta imponer una nueva marca, y a raíz de la creciente demanda por experimentar el turismo de montaña.
Nadie mejor que Reinhold Messner, el primer ser humano en lograr la cima de las 14 montañas de más de 8 mil metros de altura sin ayuda de oxígeno complementario, para fijar una postura al respecto: “Si un médico fuera al campo base del Everest y tomara muestras de sangre, descubriría que el 90 por ciento de los alpinistas van dopados”.
Además, durante los juegos olímpicos de invierno en Sochi 2014, varios atletas rusos fueron descubiertos por haberse beneficiado con la utilización de gas xenón, por lo que la Agencia Mundial Antidopaje lo prohibió. Sin embargo, el montañismo como actividad deportiva queda fuera de su ámbito y, como tal, tampoco es una competencia en el sentido tradicional.
Pongamos sobre la mesa otra consideración. Usar gas xenón aumenta el riesgo de sufrir un accidente cardiovascular, pues al estimular la producción de glóbulos rojos, la sangre se espesa y puede provocar un edema. Incluso, el supuesto beneficio que aporta no está completamente comprobado.
Sin embargo, en una época como la nuestra, en la que todo debe ser inmediato, consumible, eficiente y rentable; en la que cada individuo está poseído por el deseo de ser único, auténtico, protagonista de su propia historia, aunque ésta sea reducida a una mera publicación en redes sociales, sin importar el costo o el riesgo, provoca que el fantasma del dopaje recorra las montañas.
Que quede claro: el empleo de gas xenón para acelerar la aclimatación del organismo en altitud extrema y mejorar el rendimiento, en general, es hacer trampa. Abandona los principios y valores que han forjado al montañismo más allá de una actividad recreativa o deportiva. Reduce la experiencia de una expedición ¿Qué mérito puede haber en ello?
Lo hemos dicho en entregas anteriores: uno de los mayores desafíos que enfrenta el montañismo actual es impedir que se convierta en una mera atracción turística, un parque temático.
Recordemos las palabras de otro gigante del montañismo, el francés Maurice Herzog, quien junto con Louis Lachenal, lograron ascender en 1950, por primera vez, a una montaña de más de 8 mil metros de altura: el Annapurna, ubicada al oeste de Nepal.
“Si sentí tanta felicidad en circunstancias tan rigurosas es porque la felicidad planificada, organizada y predigerida que ofrece el mundo moderno no es completa. Deja insatisfechas ciertas facetas de la naturaleza humana”.
Brújula.- En esta ocasión, el rumbo informativo, nos lleva a la frontera entre Francia e Italia, al mítico Mont Blanc (4,808 metros), en la cordillera de los Alpes, donde grupos ambientalistas y organizaciones civiles demandan a las autoridades locales limitar los sobrevuelos recreativos en helicóptero, sobre el macizo de tan emblemática cumbre, casi dos mil viajes el año pasado (sin contar rescates y vuelos de abastecimiento para los refugios).
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