Emilio Estrada Boyso

De la aventura auténtica a la fama viral

El llamado de la montaña

Con frecuencia, circulan videos de sucesos que, con el afán de ganar notoriedad en las redes sociales, no siempre revelan la verdadera magnitud del riesgo, la inseguridad y la responsabilidad que implica adentrarse en nuestras montañas, las cuales exigen preparación y respeto. Tan solo en los últimos días, un grupo de excursionistas captó a un par de hombres a caballo y armados con rifles que, aparentemente, los seguían en la vertiente poblana del Iztaccíhuatl (5,230 mts).

En otro caso, se observa una columna de personas que desciende por una pendiente de hielo del mismo volcán cuando, sorpresivamente, uno de ellos resbala y comienza a caer, ante la mirada atónita de sus compañeros. También se difundió la grabación de varios individuos que bajan a toda prisa por lo que parecen ser los arenales del Popocatépetl (5,426 mts), a pesar de que está prohibido ascenderlo, debido a su constante actividad volcánica.

Y, en una época como la nuestra, en la que vivimos hiperconectados, un incidente en la montaña puede pasar de ser un testimonio local a un acontecimiento global: amplifica riesgos, exhibe descuidos, aunque de igual modo visibiliza la inseguridad que muchos desconocían o habían normalizado.

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La práctica del montañismo implica asumir el compromiso de adentrarse en sitios alejados e incluso, remotos. Por ello, se busca la seguridad propia y la de los otros, particularmente, en situaciones de peligro. La preparación física es fundamental; asimismo, de poco sirve llevar el equipo adecuado si no sabe utilizarse. Menos aún, acudir a lugares que, de antemano, sabemos que están restringidos.

Este año, la Federación Internacional de Escalada y Montañismo (UIAA por sus siglas en francés) actualizó su Código de Ética para quienes -de manera profesional o como aficionados-, practican estas disciplinas, el cual debe conocerse y, sobre todo, practicarse.

Ante todo, nos invita a ser honestos con la forma en que ascendemos y la información que compartimos al respecto. Aceptar que realizamos una actividad de riesgo que puede implicar lesiones e incluso, la muerte, por lo que se hará todo lo posible para evitar poner en peligro a los demás.

Si ocurre un incidente, se sugiere garantizar primero nuestra seguridad y después ayudar a quienes lo requieran; pedir ayuda, si es necesario, lo antes posible (lo cual implica conocer los números de emergencia locales). Auxiliar, aún a costa de renunciar a objetivos personales, así como evitar el menor impacto posible en los entornos naturales.

Además de reconocer el cambio climático, se recomienda participar en iniciativas que ayuden a restaurar los ecosistemas en la montaña. Respetar a las comunidades locales. También reitera el derecho de acceso a la naturaleza con responsabilidad.

A manera de conclusión, es conveniente citar al gran Reinhold Messner: “La montaña no es justa ni injusta: simplemente es peligrosa.”

Brújula. En esta ocasión, el rumbo informativo nos ubica en el Parque Nacional Torres del Paine, en el extremo sur de Chile, donde el lunes pasado, repentinas nevadas acompañadas de ráfagas de viento de intensidad inusual cobraron la vida de cinco senderistas: una pareja de mexicanos, otra de origen alemán y una mujer británica. Este emblemático destino turístico, reconocido por la belleza de sus paisajes, nos recuerda que la naturaleza puede ser tan cautivadora como implacable.

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