El llamado de la montaña puede ser caprichoso, fortuito, memorable, inexplicable, histórico, espiritual, inolvidable y, en ocasiones hasta fatal. La lista de adjetivos podría ser tan extensa como se quiera. Lo cierto es que, en este espacio, nos hemos dedicado a recordar algunas de las hazañas más representativas, aquellas que en algún momento hicieron soñar a otros con superar límites, imponer un récord. Pero habría que distinguir, porque actualmente, ya no significa lo mismo.

Todo cambia. Incluso nuestras montañas experimentan las consecuencias de un preocupante calentamiento global: los glaciares desaparecen, los niveles del mar aumentan y se presentan cada vez con mayor frecuencia fenómenos climatológicos extremos. En ese sentido, podría decirse que subir montañas motivó competencia y alentó el desarrollo de tecnología para mejorar. Sin embargo, el afán del ser humano por someter a la naturaleza y suponer que sus recursos son infinitos ha implicado abandonar una responsabilidad global, cuyo costo individual resulta cada vez más elevado.

Hablar de modificaciones en el clima y la tecnología -el primero dañino y el segundo como abanico de nuevas posibilidades-, necesariamente pasa por replantearnos la esencia del montañismo, puesto que ya no es suficiente subir y bajar a salvo; ahora se trata de hacerlo con o sin oxígeno suplementario, más rápido, en invierno, en parapente, en esquís…

Esta nueva realidad, pone de manifiesto también la transformación de una actividad abiertamente comercial, que tampoco es popular, porque su costo la hace cada vez más elitista. La preparación y la experiencia previa quedan relegadas. Ahora cobran mayor relevancia los patrocinadores y la difusión mediática que pueda lograrse.

Luego entonces, bajo qué parámetros determinaremos la legitimidad de un nuevo logro, una nueva marca. Son muchos los aspectos a considerar: técnica, estilo, velocidad, la dificultad de una ruta, el apoyo de guías, la utilización de gas xenón para mejorar la capacidad del organismo a la altura, así como el impacto en cuanto a la difusión.

Se habla de inclusión, porque cualquiera puede intentar escalar una gran montaña, pero también es cierto que depende de que pueda pagarse o conseguir el financiamiento necesario.

Por ejemplo, Nepal aumentará a partir de septiembre a 15 mil dólares estadounidenses el costo del permiso para ascender el Everest (casi 300 mil pesos mexicanos), en un intento por detener las expediciones masivas; al mismo tiempo que eliminará el costo en otros 97 picos menos conocidos y en regiones más remotas. ¿Rentabilidad o sustentabilidad? No queda claro.

El llamado de la montaña parece ya no inspirar hazañas, sino reconocimientos efímeros; advierte sobre los efectos del calentamiento global y la excesiva comercialización que dejan al descubierto fenómenos climatológicos extremos y acumulación de basura en campamentos bases; cuestiona la presencia de la tecnología que intenta someterla, rentabilizarla y reducirla a un parque de diversiones posmoderno, donde el respeto y su cuidado se reducen a una foto del recuerdo.

Brújula.- El rumbo informativo, en esta ocasión, se queda en casa. El Grupo Técnico de Contingencias del Área Natural Protegida, encabezado por la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas, informó -el lunes pasado- que está elaborando una estrategia para garantizar el regreso seguro de los visitantes y prestadores de servicios turísticos en el Nevado de Toluca. Advierten que informarán con oportunidad las recomendaciones y lineamientos a seguir en esta nueva modalidad de atención turística, así como el proceso de reapertura del Xinantécatl.

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