Emilio Estrada Boyso

Ayoloco: una advertencia desde las cumbres

El llamado de la montaña

Mientras se define un acuerdo que permita la reapertura del Nevado de Toluca, cuyo acceso fue cancelado debido al accidente ocurrido en agosto pasado, hace casi tres meses, las bajas temperaturas anuncian el inicio de la mejor temporada para escalar nuestras montañas, salvo el Popocatepétl, cuya actividad volcánica impide su ascenso.

En México, se entiende que la actividad de alta montaña es aquella que se realiza, a partir de los 3 mil 500 metros de altura sobre el nivel del mar. Por tanto, cumplen con esta característica el Citlaltépetl (5 mil 610), Popocatépetl (5 mil 426), Iztaccíhuatl (5 mil 215), Nevado de Toluca (4 mil 680) y el Tliltépetl (4 mil 580), sólo por mencionar a las cinco más altas.

Precisamente, una de las imágenes más emblemáticas del Valle de México es la del Iztaccíhuatl y el Popocatépetl antaño coronados por amplios mantos de nieve, que fueron motivo de veneración para nuestros ancestros y también fuente de inspiración para muchos artistas. Basta evocar los lienzos de José María Velasco y del Dr. Atl para entender por qué han quedado grabados en el imaginario colectivo.

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Sin embargo, al revisar fotografías de las últimas décadas, nos percatamos de que la presencia de sus glaciares -esas masas compactas de hielo centenarias- ha ido retrocediendo. En el caso específico del Popocatépetl se entiende que es debido a su actividad volcánica; pero en el caso del Iztaccíhuatl refleja su derretimiento gradual, que no debemos confundir con las nevadas temporales que se presentan, aunque cada vez con menor frecuencia.

Por tratarse de un fenómeno que se registra a nivel mundial, la Asamblea General de las Naciones Unidas designó el 2025 como el “Año Internacional de la Conservación de los Glaciares”, ya que se han convertido en indicadores de la salud del planeta. Su acelerado retroceso, derivado del calentamiento global, nos coloca en una encrucijada.

Además, sería un error muy grave pensar que por ubicarse fuera de nuestro entorno habitual carecen de relación con nosotros, pues conservan la reserva de agua dulce más grande del planeta. Así de sencillo y trascendental.

Su conservación va más allá de un deber ambiental y un compromiso innegable con el futuro, lo es también con nuestros antepasados, quienes fueron muy conscientes y respetuosos de su conexión con la naturaleza. Prueba de ello es que la palabra Ayoloco significa en náhuatl: “en el corazón del agua”; es decir, donde nace el agua.

Tristemente, en 2018 investigadores de la Universidad Nacional Autónoma de México confirmaron mediante imágenes satelitales y fotografías aéreas, la desaparición del glaciar de Ayoloco, el cual se ubicaba en lo que sería la parte baja de la “panza”, si tomamos como referencia que el volcán asemeja una mujer recostada.

Por ello, el llamado de la montaña hace eco, en esta ocasión, de la advertencia lanzada por Barack Obama en el 2015: “Somos la primera generación que padece las consecuencias del cambio climático y la última que tiene la oportunidad de hacer algo para detenerlo.”

Brújula.- El rumbo informativo se traslada a la frontera entre Polonia y Eslovaquia, pues de acuerdo con diferentes medios informativos, la semana pasada una pareja tuvo que ser rescatada junto con su bebé de apenas nueve meses, luego de intentar llegar a la cima de la montaña Rysy (2,500 mts) sin el equipo y la preparación adecuada. Gracias a la oportuna intervención de un guía de montaña, esta auténtica ocurrencia no terminó en tragedia.

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