El mensaje navideño de la alcaldesa de Ecatepec, Azucena Cisneros Coss, confirma una estrategia política que apuesta al contraste entre el abandono heredado y los primeros resultados de su administración. Los avances en acceso al agua, alumbrado público y seguridad responden a demandas históricas de un municipio marcado por el rezago y la violencia, y le permiten a la edil construir un relato de gobierno con cifras y obras visibles. Sin embargo, el reto de fondo no está en el balance del primer año ni en la narrativa de esperanza, sino en la sostenibilidad de esos logros en el municipio más poblado del Estado de México. Ecatepec ha escuchado antes promesas de transformación; la diferencia, para Azucena Cisneros, será demostrar que los anuncios festivos pueden convertirse en políticas públicas permanentes y no en un paréntesis de buenos deseos.

La apuesta por la movilidad

La apuesta del gobierno del Estado de México por la rehabilitación de vialidades busca enviar una señal de orden y planeación tras años de rezagos acumulados. La gobernadora Delfina Gómez Álvarez ha puesto el acento en obras visibles y de alto impacto, primero en Chalco para contener inundaciones y ahora en corredores estratégicos como Periférico Norte, donde la movilidad define la calidad de vida de millones de personas. Sin embargo, el desafío no radica solo en anunciar inversiones, sino en articular esfuerzos entre niveles de gobierno para que las obras no se queden en tramos aislados. En ese sentido, el caso de Naucalpan, con la participación del alcalde Isaac Montoya Márquez y recursos municipales, ilustra un modelo de corresponsabilidad que podría marcar diferencia, siempre que la planeación, los tiempos y el mantenimiento acompañen la magnitud de las promesas.

La deuda hídrica del oriente

El inicio de las obras en el colector Teotongo reconoce una realidad que por años se quiso ignorar: la zona oriente del Valle de México opera con infraestructura rebasada. La coordinación entre gobiernos y la inversión anunciada son pasos necesarios, pero llegan después de inundaciones recurrentes que evidenciaron la fragilidad del sistema. El reto no será el anuncio, sino cumplir plazos y asegurar que la solución sea permanente y no otro paliativo frente a una emergencia crónica. Además, la magnitud del proyecto obliga a una supervisión constante y a una comunicación clara con la ciudadanía, para que las molestias temporales no se conviertan en un nuevo foco de inconformidad. Solo con continuidad y resultados medibles esta obra podrá traducirse en resiliencia real y no en una promesa.

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