El sabadazo

Muchos mexiquenses recibieron la noticia hasta el lunes. La decisión fue tomada desde el viernes y pasó el fin de semana para saber del aumento en las tarifas del transporte público. El argumento oficial fueron los costos de operación, el combustible, el mantenimiento y las nuevas exigencias técnicas. Lo que dijeron los concesionarios. Sin embargo, los usuarios, esperan que el alza se traduzca en mejoras visibles. Porque lo que abunda en las calles son unidades viejas o sucias, con asientos rotos, sin aire acondicionado, con vidrios pintados o inservibles, y choferes que, a menudo, manejan sin cortesía ni precaución. Pagar más por lo mismo, siempre dejará mucho qué desear y genera desánimo.

Promesas constantes e incumplidas

Es verdad que la gobernadora Delfina Gómez impuso medidas para tratar de aminorar el golpe en los bolsillos de los adultos mayores, niños y estudiantes. También es cierto que el acuerdo publicado en la Gaceta del Gobierno plantea una serie de obligaciones nuevas para los concesionarios, como la instalación de cámaras, seguros vigentes, capacitación y renovación del parque vehicular. Todo parece excelente, bien planeado, hasta para hacer fiesta, pero los mexiquenses ya escuchamos de esas promesas antes. Sabemos que no sólo se trata de establecer las reglas, sino de hacerlas cumplir. En eso, todos han fallado.

Inseguridad que no acaba

La inseguridad sigue siendo una de las principales preocupaciones para el usuario en el transporte público. Asaltos todos los días en combis, robos en autobuses y agresiones a pasajeros pasan un día sí y el otro también. A pesar de las cámaras prometidas, muchos transportistas siguen circulando sin sistemas de videovigilancia o con aparatos obsoletos. Pero aún con éstas, la violencia a bordo sigue. Los usuarios, viajan con el corazón en la mano y el alma en un hilo. Pagar más debería significar viajar mejor y sin miedo.

Riesgos en cada viaje

Tampoco puede ignorarse el mal estado de muchas unidades, algunas con años de servicio o la falta de mantenimiento hace que eso parezca. Carrocerías desgastadas, motores contaminantes y frenos defectuosos ponen en riesgo a miles de personas todos los días. Los empresarios siempre se comprometen a renovar y a revisiones físico-mecánicas, pero lo hacen al principio y después se les olvida, cómo se les olvida también respetar las reglas de tránsito.

Autoridades deben ser competentes

Las autoridades de movilidad tienen una gran deuda con los usuarios. No es suficiente con regular tarifas ni establecer acuerdos, es necesario retirar unidades irregulares y exigir que cada concesionario cumpla su parte del trato. Porque si el usuario tiene la obligación de pagar más, el transportista tiene la de ofrecer un servicio digno. Es hora de que termine la impunidad del volante, esa cultura en la que las rutas hacen lo que quieren, sin respeto por la ley ni por el pasajero.

Incremento con condiciones

El gobierno estatal ha dicho que este ajuste tarifario es “responsable” y que busca un transporte “más digno, moderno y justo”. La voz de la gobernadora se ha dejado escuchar, así que el secretario de Movilidad debe dar seguimiento, inspección y castigar a quien no cumpla. Porque cada peso extra que paga el ciudadano representa un voto de confianza hacia un sistema que durante años ha abusado de su paciencia y de su necesidad de moverse.

¿Ahora sí los meterán en cintura?

El incremento debería ser la base para un cambio real. Pero la pregunta sigue en el aire: ¿esta vez sí se meterá en cintura al sector? Los mexiquenses están cansados de promesas. Lo que esperan es ver un cambio real con unidades seguras, limpias, modernas y conductores responsables. Si no, el alza será solo otro golpe al bolsillo de la gente, sin que haya valido la pena.

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