Transporte público que no entiende
Para quienes salen de trabajar a las seis, éstas no son las mejores fechas. La noche cae muy pronto. Pero sobre Alfredo del Mazo, la oscuridad no solo es ambiental, es institucional. Hay denuncias constantes de robos a negocios, asaltos a transeúntes (desde Primero de Mayo hasta la López Portillo). El martes ocurrió algo muy serio. Quizá para los mal pensados podría ser hasta modus operandi. Un auto golpeó a un autobús por detrás. El conductor de la ruta a San Lorenzo decidió —como si la calle fuera suya— frenar en pleno tráfico, dando la vuelta de Primero de Mayo a Alfredo del Mazo. Así opera buena parte del transporte público: improvisa, impone y pone en riesgo a quien se le cruce enfrente.
Pero en vez de esperar a que otro autobús llegara a recoger a los pasajeros, como debiera ser, el conductor, sin el mínimo criterio y ni pizca de responsabilidad, los obligó a bajarse ahí, en esa calle oscura. El servicio que exige aumentos cada año mostró, una vez más, su verdadera cara: unidades viejas, operadores negligentes y tarifas que solo benefician a quienes no entienden lo que significa la palabra “servicio”. Son los propios concesionarios que lloran por más dinero, quienes contribuyen todos los días al caos vial por las circunstancias en que se encuentran sus trabajadores al volante.
Salen de la nada los “motorratones” y operan con impunidad
Pero vino lo peor, cuando parecía que todo había llegado a su límite. Y lo voy a decir, porque así se ve: la realidad más salvaje de esta ciudad. Pasajeros que avisaban a sus familiares de lo sucedido, se convirtieron, en segundos, en una presa. Los “motorratones”, los delincuentes que se mueven como plaga sobre dos ruedas, salieron en sentido contrario y despojaron a varios de sus celulares. Nada ni a nadie temen, no dudan, no se esconden. ¿Para qué? Nadie los persigue, nadie los detiene, operan con total impunidad.
El robo no duró ni lo que tarda un semáforo en cambiar. Fue rápido y preciso. Nadie se atrevió a hacer nada ¿Qué tal que venían armados? El mismo guión: ciudadanos indefensos, delincuentes oportunistas y autoridades ausentes. Uno pensaría que a estas alturas la policía sabría identificar los puntos de riesgo. Al menos eso se la pasan diciendo. Pero no, parece que solo la gente los reconoce, porque la corporación encargada de protegerla está más ocupada en simular que en actuar.
¿Cuáles son los resultados que presume el comandante Ayón?
¿Dónde estaban la policía municipal o la estatal? ¿Dónde estaba el comandante Ayón, el hombre que presume “resultados”? ¿Dónde están sus patrullajes, sus operativos, su famosa vigilancia? ¿Cuántos asaltos más necesita en esa zona para entender el problema? ¿O cuántas motos ven circular y no son detenidas, pese a que rompan las reglas? ¿De verdad una corporación completa no da para acabar con esos delincuentes que asolan la capital? ¡Hablamos de la capital del Estado de México!
Parece que es claro el mensaje para las y los ciudadanos: están solos. Si creen que la autoridad reaccionará, prepárense para decepcionarse otra vez. El abandono no es casual, es constante, sistemático y descarado. Una ciudad donde sus policías brillan por su ausencia es una ciudad entregada al delito.
Lo que sí debe preocupar
La gente se cansa. Luego se preguntan por qué un día alguien decide enfrentarse al ladrón, bajar al chofer irresponsable o detener a golpes al que huye en moto. El hartazgo no es una amenaza, es una consecuencia. Cuando la autoridad renuncia a su deber, la ciudadanía deja de esperar. Y cuando eso pasa, lo que sigue no es justicia, es un estallido social. Y eso sí debe preocupar.
Síguenos en nuestras redes sociales:
Instagram: @eluniversaledomex, Facebook: El Universal Edomex y X: @Univ_Edomex