En el béisbol, todo ocurre entre costuras. En los números que se acumulan durante seis meses, en los momentos que pasan tan rápido que a veces nadie los nota, y también en las premiaciones que cierran cada temporada. Esta semana, la MLB no solo entregó trofeos: reveló el tipo de béisbol que admira hoy. Y lo que vimos no fue casualidad, fue una confirmación de que estamos viviendo una era extraordinaria.

Novatos que Anuncian un Nuevo Capítulo: El lunes abrió con fuerza. Nick Kurtz, de los Atléticos, fue elegido Novato del Año en la Liga Americana de manera unánime. No solo bateó .290 con 36 jonrones: pareció no sentir el peso de la liga. Su noche de cuatro jonrones el 25 de julio fue una declaración de intención. La nueva generación no viene a golpear la puerta, viene a entrar sin permiso.

En la Nacional, Drake Baldwin completó una de esas historias que enamoran al aficionado casual. De no estar proyectado para el Opening Day a convertirse en el primer receptor en ganar el premio desde Buster Posey. Su temporada fue menos estruendosa, pero más inspiradora. En un deporte que exige paciencia, él demostró que también premia la oportunidad.

Managers que Entienden que el Liderazgo es un Arte: El martes dejó claro que dirigir un equipo es mucho más que llenar una alineación. Stephen Vogt y Pat Murphy repitieron como Managers del Año, algo jamás visto. Vogt lo logró en sus primeras dos temporadas, una anomalía estadística y emocional. Murphy llevó a Milwaukee a la mejor marca del béisbol sin tener la nómina más grande ni los reflectores.

Ambos premios sugieren algo que a veces olvidamos: el béisbol moderno se gana leyendo a las personas, no solo leyendo números.

Ases que Redefinen la Excelencia: El miércoles confirmó que estamos viendo a dos monstruos generacionales. Tarik Skubal ganó su segundo Cy Young consecutivo con una temporada quirúrgica: 2.21 de efectividad, 241 ponches, y un dominio sereno que recuerda a los grandes de los 90, pero con ciencia moderna.

Pero la noche fue de Paul Skenes. Unánime. Histórico. Inexplicable para una liga acostumbrada a la paciencia. Skenes ha permitido menos de dos carreras limpias por salida desde que llegó. Eso no es carrera; eso es fenómeno.

Su trofeo no solo lo premia a él: marca una frontera. Nos dice que la siguiente década del béisbol puede estar definida por brazos que combinan potencia, técnica y mentalidad de hielo.

Y ahora, el Broche de Oro: La Semana Dorada cerró con lo inevitable: Aaron Judge y Shohei Ohtani fueron nombrados Jugadores Más Valiosos de la temporada 2025. Dos MVP que ya no sorprenden a nadie, pero que sí confirman algo: estamos viendo a dos de las figuras más influyentes del béisbol moderno.

Judge levantó su tercer MVP en cuatro años, un logro reservado para jugadores que trascienden su época. Su consistencia —esa mezcla de disciplina, poder y liderazgo silencioso— lo ha convertido en el rostro de la Liga Americana y en un heredero natural de la tradición de los grandes Yankees. Lo suyo no es moda: es permanencia.

Ohtani, por su parte, sumó su cuarto MVP en cinco temporadas, entrando de lleno a una conversación que antes parecía exclusiva de Barry Bonds. Esta vez lo consiguió siendo nuevamente un jugador total: bateando como un slugger élite y lanzando como un as de rotación. Su regreso al montículo tras la cirugía no solo fue exitoso, fue dominante. Pocas veces en la historia un jugador ha aportado tanto en dos dimensiones tan distintas del juego. Ohtani no compite con sus contemporáneos: compite con la historia.

Juntos representan dos caras del valor moderno: la fuerza que domina y el talento que desconcierta, la estabilidad del capitán y la magia del fenómeno, la estética del poder y la estética de lo imposible.

Y aunque sus caminos no podrían ser más distintos, ambos nos recuerdan algo esencial: el MVP no solo mide números, también mide impacto. Mide lo que un jugador significa para la narrativa del juego. Mide quién define una era.

¿Y sabes qué significa eso? Que el béisbol está premiando dos ideas del valor: la fuerza que domina y el talento que desconcierta. La estabilidad del líder y la magia del fenómeno. La estética del poder y la estética de lo imposible.

Una Era Dorada, Sí... Pero También una señal: Antes de este año, nunca habían coincidido tantos ganadores repetidos, tantas historias consecutivas, tantos ciclos que se encadenan. Eso habla del talento, sí, pero también de algo más profundo: del momento histórico que estamos viviendo.

El béisbol está en un equilibrio fascinante: jóvenes que irrumpen sin miedo, estrellas que no ceden terreno, managers que entienden que el clubhouse es un ecosistema emocional, y una afición que comienza a enamorarse de este deporte de nuevo.

En un mundo de inmediatez, esta semana nos recordó que el béisbol sigue premiando lo que crece lento, lo que se construye todos los días, lo que respira entre costuras.

Porque la grandeza, como el béisbol, no ocurre de golpe. Se cocina. Se pule. Se acumula. Y de pronto, una semana como esta la revela ante nuestros ojos.

Síguenos en nuestras redes sociales:

Instagram: , Facebook: y X:

Google News

TEMAS RELACIONADOS