En el béisbol, todo ocurre entre costuras. Ahí, en las pequeñas líneas rojas que giran a 90 millas por hora, se esconden la ciencia, la estrategia y la emoción que hacen de este juego un arte. Entre Costuras nace como una columna para mirar más allá de la estadística o la jugada espectacular: un espacio para pensar el béisbol, cuestionarlo y entender su sentido en nuestro tiempo. Aquí se escribe con la cabeza, pero también con el corazón.
La madrugada del domingo nos dejó una postal imposible de olvidar. En el Rogers Centre de Toronto, el Juego 7 de la Serie Mundial se decidió en la undécima entrada cuando Will Smith elevó una pelota que cayó exactamente donde Joe Carter había escrito historia en 1993. Los Dodgers ganaron 5-4 y se convirtieron en los primeros bicampeones en 25 años. Pero el marcador final es apenas un esqueleto de lo que realmente ocurrió.
DOS OUTS DEL PARAÍSO: Novena entrada. Blue Jays arriba 4-3. Jeff Hoffman, el cerrador, tenía dos outs. Toronto estaba a un out de quebrar 32 años de sequía. Miguel Rojas, quien apenas había entrado al lineup en el Juego 6, se paró en el cajón. Hoffman lanzó un slider 3-2. Rojas lo conectó. La pelota voló al jardín izquierdo —al mismo lugar maldito donde Carter selló el último campeonato canadiense— y rebotó hacia el bullpen. Empate 4-4. El sueño no murió en ese momento, pero sí comenzó a desangrarse.
Hay algo perversamente poético en que los dos jonrones decisivos del Juego 7 aterrizará en el mismo sitio donde Toronto vivió su último momento de gloria. Como si el béisbol quisiera recordarles que el destino tiene memoria, y a veces, esa memoria es cruel.
EL JUEGO DENTRO DEL JUEGO: Esta Serie Mundial se decidió donde Dave Roberts apostó todo: su bullpen. Yoshinobu Yamamoto —quien había lanzado un juego completo en el Juego 2 y 96 pitches en el Juego 6— fue llamado del bullpen en la octava entrada con cero días de descanso. Lanzó 2.2 innings sin permitir carrera, escapó de bases llenas en el noveno, y en el onceavo indujo el doble play 6-4-3 que selló el campeonato.
Tres victorias en la Serie Mundial. MVP. Y una actuación que probablemente no volveremos a ver: juego completo, seis innings ganadores con un día de descanso, y cerrar el Juego 7 con cero días de descanso. “No estaba seguro si podría lanzar hasta que fui al bullpen,” dijo a través de su intérprete. George Springer, veterano de los Blue Jays, simplemente dijo: “Es elite. No hay otra forma de describirlo”. La batalla táctica clave fue la zona baja. Los lanzadores que atacaron con movimiento y comando la parte baja de la zona rompieron el timing de los bateadores. La velocidad por sí sola no garantiza outs sin ubicación. Esa fue la diferencia.
TRES HÉROES, UN MOMENTO: Will Smith atrapó cada uno de los 73 innings de esta Serie Mundial —un récord. En el onceavo, con dos outs, vio un slider 2-0 de Shane Bieber y lo mandó 366 pies. “Sueñas con esos momentos,” dijo con lágrimas. “Lo recordaré para siempre”.
Miguel Rojas no solo empató en el noveno. En el fondo de esa entrada, con corredores en segunda y tercera, inició el doble play que envió el juego a extras. Dave Roberts lo había puesto en segunda base sobre opciones más obvias. “En la postemporada tienes que ser reactivo,” explicó. Esa lectura del momento separa a los buenos managers de los grandes.
EL ÚLTIMO ACTO DE UNA LEYENDA: En el bullpen, viendo cómo Yamamoto cerraba el campeonato, estaba Clayton Kershaw. Tres “Cy Young”, un MVP, 18 años con una sola franquicia. Esta era su última noche como jugador activo. El béisbol le regaló el final perfecto. No desde el montículo como abridor, sino desde el bullpen en el momento más crítico: Juego 3, entrada 12, bases llenas, dos outs. Un out. Un rolatazo. Y ese out se convirtió en parte del camino hacia el tricampeonato. “¿Cómo puedo escribir un guión mejor?” dijo Kershaw, con los ojos brillantes. “Juego 7, extrainnings, celebrar con mis compañeros. ¿Qué más puedo pedir?”. Freddie Freeman lo resumió: “Estoy tan feliz de que Clayton Kershaw sea tricampeón. Eso es lo que más me importa”. En cinco años, Kershaw entrará al Salón de la Fama con cerca del 100% de los votos. Y este Juego 7 será parte de la historia que se cuente.
EL CASI QUE DUELE: Toronto jugó béisbol brillante. Daulton Varsho con atrapadas espectaculares. Bo Bichette conectándole un jonrón de 442 pies a Shohei Ohtani. Max Scherzer, a los 41 años, convirtiéndose en el lanzador más viejo en abrir un Juego 7. Trey Yesavage, quien hace seis meses estaba en Single-A, dominando con 12 ponches en el Juego 5. Toronto hizo casi todo perfecto. Y aun así, perdieron.
Porque en el fondo del onceavo, con Guerrero en tercera, con un out y toda una nación rogando, Kirk bateó roletazo a Betts. Doble play. Final del sueño. “Se suponía que debía terminar diferente,” dijo Hoffman, devastado.
ENTRE LAS COSTURAS ROTAS: Los Dodgers son bicampeones. Su nómina de $500 millones, su modelo que combina recursos con excelencia organizacional, ha demostrado ser imparable. Pero Toronto —con menos dinero, menos estrellas— casi los venció. Ese “casi” es lo que mantiene vivo el deporte. La posibilidad de que las costuras se rompan del lado del equipo pequeño.
Porque hay una crueldad inherente en el béisbol: tienes que conseguir los 27 outs. Toronto estuvo a dos outs de ganar. Dos. Y en dos turnos al bate, 32 años de espera se convirtieron en una eternidad más larga.
Esta es la esencia del béisbol. Entre esas 108 costuras rojas, se esconden todas las posibilidades del universo. Un lanzamiento un centímetro diferente y Rojas abanica. Otro centímetro y Kirk conecta sencillo. Una milésima de segundo en el timing de Smith y su pelota se va foul. El béisbol es el deporte de las costuras rotas, de los hilos que se tensan hasta que algo cede. Y cuando ceden, del otro lado está la diferencia entre ser recordado para siempre o ser olvidado en la amargura del “casi”.
Para quienes seguimos este deporte desde México y América Latina, esta Serie Mundial nos recuerda por qué el béisbol sigue siendo el juego más hermoso y cruel del mundo. Porque aquí no hay relojes que te salven. Tienes que conseguir los outs, uno por uno. Y entre esos outs, entre esas 108 costuras rojas, se esconde toda la complejidad que hace que generaciones dediquen sus vidas a este juego.
Los Dodgers son bicampeones. Kershaw se retira como leyenda. Yamamoto entró a la historia. Y todos ellos nos regalaron un momento donde el tiempo se detuvo y todo lo que importaba estaba contenido entre costuras. Y cuando esas costuras finalmente se rompieron, del otro lado estaba la inmortalidad.
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