En el béisbol, todo ocurre entre costuras. Pero hay momentos en que esas costuras se tensan tanto que el mundo entero las mira girar. Marzo de 2026 será uno de esos momentos. México volverá al Clásico Mundial de Béisbol tres años después de escribir una de las páginas más emocionantes en la historia del deporte nacional. Y aunque el futbol suele acaparar los reflectores cuando se habla de "selección", conviene recordar que tenemos otras camisetas que nos representan, y que algunas de ellas han llegado más lejos de lo que imaginamos.

La herida que aún duele. Para entender marzo de 2026, hay que volver a marzo de 2023. México enfrentó a Japón en semifinales del Clásico Mundial en Miami. Fue, según la propia Major League Baseball, el mejor partido en la historia del torneo. México ganaba 3-0. Randy Arozarena saltó la barda para robarle un jonrón. La ventaja llegó a 5-3 en el octavo.

Y entonces llegó la novena entrada. Japón empató y dio la vuelta. 6-5. México quedó eliminado a tres outs de la final. Ese partido lo vieron 5.3 millones de personas en México. Fue el evento deportivo número uno del año en televisión abierta. No un partido de futbol. Un partido de béisbol. Eso dice algo sobre lo que puede pasar cuando le damos espacio a otros deportes.

Houston, tenemos una oportunidad. En marzo, México volverá a intentarlo. Esta vez jugará en Houston, donde la comunidad mexicana es enorme. Será, en los hechos, jugar de local. Enfrentará a Estados Unidos, Italia, Gran Bretaña y Brasil. El partido clave será contra Estados Unidos el 9 de marzo. En 2023, México los venció 11-5. Aquella victoria fue una declaración: el béisbol mexicano puede competir de tú a tú con cualquiera.

Antes del torneo, México tendrá dos partidos de preparación contra equipos de Grandes Ligas: los Diamondbacks y los Dodgers, ambos en Arizona. No son encuentros casuales. Los Dodgers tienen un arraigo profundo entre la afición mexicana desde Fernando Valenzuela. Y hay una narrativa poética: tres protagonistas de la semifinal de 2023 —Shohei Ohtani, Yoshinobu Yamamoto y Roki Sasaki— ahora visten el uniforme angelino. Será un ensayo cargado de historia reciente.

Más allá del balón. Aquí es donde conviene detenernos a reflexionar. En México hemos construido una narrativa casi religiosa alrededor del futbol. La selección de futbol es "la" selección. Punto. Cuando juega, el país se detiene.

Pero ¿qué pasa con las otras selecciones? ¿Con el básquetbol, que clasificó a un Mundial después de décadas? ¿Con el voleibol femenil? ¿Y con el béisbol, que llegó a semifinales de un torneo mundial hace tres años?

El problema no es que el futbol sea importante. El problema es que su dominio mediático ha invisibilizado logros igual de valiosos. El Clásico Mundial de 2023 demostró que cuando se le da visibilidad al béisbol, la gente responde. Randy Arozarena se convirtió en un fenómeno nacional con sus botas de vaquero, su sombrero, sus atrapadas imposibles.

"Creo que no están conscientes de lo que hicieron por México, por los niños y niñas", dijo Benjamín Gil tras la eliminación. "Estas dos semanas van a atraer a muchos jugadores jovencitos". Y tenía razón. El béisbol mexicano experimentó un auge de interés tras aquel marzo.

La revancha: México llega al Clásico 2026 con expectativas distintas. En 2023 sorprendieron. Ahora llegan con la presión de igualar o superar aquella actuación histórica. Benjamín Gil repite como manager. Randy Arozarena confirmó que estará. El roster combinará estrellas de Grandes Ligas con talento de las ligas mexicanas.

Entre costuras. El Clásico Mundial de Béisbol no es un Mundial de Futbol. No mueve las mismas audiencias globales. Pero para quienes amamos el béisbol, es nuestro momento. Es cuando las mejores estrellas del planeta se ponen uniformes nacionales y juegan con orgullo de bandera.

México tiene la oportunidad de demostrar, una vez más, que somos más que un solo deporte. Que nuestros atletas brillan en múltiples disciplinas. Que cuando les damos plataforma y atención, responden con grandeza.

Marzo de 2026 está a la vuelta de la esquina. Houston será el escenario. Y entre esas 108 costuras de una pelota que gira, México buscará volver a escribir historia.

Porque al final, el deporte no se trata solo de ganar o perder. Se trata de esos momentos en que un país entero se reconoce en el esfuerzo de nueve personas que llevan su nombre cosido en el pecho. Y cuando eso pasa —sea en un campo de futbol o en un diamante— todos ganamos algo más valioso que un trofeo.

Ganamos identidad. Y eso, entre costuras, no se borra con una derrota.

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