En el beisbol, todo ocurre entre costuras… pero hay momentos en que esas costuras también sirven para abrir puertas. Hace un par de días se confirmó que en 2026 volveremos a tener temporada regular de Grandes Ligas en la Ciudad de México: Arizona Diamondbacks y San Diego Padres jugarán dos juegos oficiales el sábado 25 y domingo 26 de abril de 2026 en el Estadio Alfredo Harp Helú, como parte de la MLB World Tour: Mexico City Series.

Unas semanas antes, del otro lado de la frontera, habrá una escena igual de simbólica: los Sultanes de Monterrey visitarán a los San Francisco Giants en Oracle Park para dos juegos de exhibición el 23 y 24 de marzo de 2026, una serie presentada oficialmente como un puente entre México y las Grandes Ligas, incluso con los Giants estrenando uniforme de Gigantes para celebrar a la comunidad latina.

Son solo cuatro partidos en el calendario global. Pero, entre costuras, significan algo mucho más grande: el beisbol se está abriendo, geográficamente, culturalmente y emocionalmente. Y eso, para México, importa.

De Monterrey a la capital del beisbol global. En los últimos 30 años, México pasó de ser una sede ocasional a convertirse en parada fija del mapa de MLB. Ha habido series de temporada regular en Monterrey desde 1996, con Padres, Mets, Rockies, Dodgers, Cardinals, Astros y otros clubes usando nuestro país como “casa” por unos días.

En 2023, la historia subió de nivel: Padres y Giants inauguraron la Mexico City Series en el Harp Helú, en la primera serie oficial de MLB en la capital. El estadio, a más de 2,200 metros de altura, se convirtió en laboratorio de jonrones —11 cuadrangulares en el primer juego— y en vitrina de lo que puede ser un fin de semana de beisbol de élite en esta ciudad.

Ahora, en 2026, vuelven Padres —equipo con enorme base binacional— y se suman los Diamondbacks, que serán locales administrativos y han tenido una relación larga con México en juegos de exhibición y series internacionales. No es casualidad: la liga ha entendido que el mercado mexicano no es una curiosidad, es una plaza estratégica.

Cuando las ligas se cruzan. La serie Giants–Sultanes en San Francisco tiene otro mensaje igual de potente: no solo viene MLB a México, también va la Liga Mexicana a casa de MLB. Oracle Park será escenario de un equipo histórico de la LMB enfrentando a una de las franquicias más emblemáticas de Grandes Ligas, en una serie pensada explícitamente para reconocer a la afición latina y mexicana en la Bahía.

Eso rompe una frontera simbólica importante. Durante mucho tiempo, el discurso era: “Algún día llegarán a Grandes Ligas”. Ahora, además de eso, podemos decir: “Grandes Ligas también vienen a jugar con nosotros… y contra nosotros”. Ver a Sultanes en Oracle Park no es solo un espectáculo; es una señal de respeto al beisbol que se juega en México.

Abrir el juego a más personas. Cuando hablo de “abrir el beisbol” no pienso solo en abrir fronteras geográficas. Pienso en abrir puertas emocionales.

Un niño o niña que vea a Padres contra Diamondbacks en el Harp Helú, o a Sultanes enfrentando a los Giants en televisión, recibe un mensaje clarísimo: este deporte también es tuyo.

Si además de MLB tenemos Liga Mexicana de Beisbol, Liga del Pacífico, Caribes, Tigres del Licey, Navegantes del Magallanes, Estrellas Orientales, y hoy podemos seguir incluso la NPB japonesa o la KBO con un par de clics, el universo se expande.

El beisbol dejó de ser solo “las Grandes Ligas” en la imaginación colectiva. Es una red de ligas, estilos y calendarios que se tocan: el invierno del Caribe, el verano mexicano, la temporada en Japón, los torneos internacionales. Cuando MLB decide jugar en México, o enfrentarse a un club de LMB, está ayudando —con todas sus contradicciones— a que más gente descubra que el juego existe en muchas capas.

El riesgo de quedarse solo en el espectáculo. Claro, no todo es perfecto. Hay un riesgo real de que estos juegos se queden en eventos premium: boletos caros, paquetes turísticos, souvenirs exclusivos, selfies con el logo… pero poca transformación de fondo.

Si la Mexico City Series se convierte solo en un fin de semana de fotos para redes, sin más cobertura de la LMB, sin más campos dignos en barrios y escuelas, sin más transmisión de juegos nacionales en televisión abierta, la “apertura” se queda a medias.

El reto está en que estos partidos —Padres vs D-backs en la CDMX, Giants vs Sultanes en San Francisco— no sean solo circo, sino puerta de entrada: para que nuevos aficionados se queden a ver beisbol mexicano el resto del año, para que más niñas y niños pidan guantes y bats, no solo jerseys, para que los medios entiendan que hay historias aquí, no solo allá.

Entre costuras… y fronteras que se aflojan. Como aficionado, como creador de contenido y como analista, mi postura es sencilla: quiero que el beisbol se mezcle. Que convivan en el mismo imaginario Padres y Diablos, Sultanes y Giants, ligas invernales y Clásico Mundial, peloteros mexicanos en Japón y estrellas japonesas en Los Ángeles.

Cada vez que MLB pisa México, y cada vez que un equipo mexicano pisa un estadio de Grandes Ligas, una costura de ese viejo guión se afloja un poco. El deporte deja de ser algo lejano que solo se ve por cable y se vuelve una experiencia cercana, compartida, posible.

Porque al final, el beisbol sigue siendo lo de siempre: una pelota que viaja de mano en mano, de ciudad en ciudad, de país en país. Lo que está cambiando —para bien— es que cada vez son más las manos que pueden tocarla. Y ahí, entre costuras y fronteras que se desdibujan, es donde el juego se abre de verdad.

@elbarbondelbeisbol

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