El último tramo del año siempre ha sido sinónimo de esperanza para el sector restaurantero. Las fiestas decembrinas, los convivios empresariales y el turismo interno suelen representar el respiro que muchos negocios esperan después de meses desafiantes. Sin embargo, este 2025 ha sido particularmente complejo. Las ventas se han mantenido por debajo de las expectativas, los insumos continúan al alza y la competencia del sector informal no deja de crecer.

Según datos del INEGI, la informalidad laboral en México alcanza ya el 54.8 % de la población ocupada, es decir, más de 32 millones de personas que trabajan fuera del marco regulatorio. En el caso del sector restaurantero, 6 de cada 10 establecimientos operan en la informalidad. Esto significa que apenas el 40 % cumple con las obligaciones fiscales, sanitarias y laborales que implica estar en regla. A esto se suma el incremento de hasta un 30 % en el costo de insumos durante el año, particularmente en carnes, bebidas y productos básicos.

Frente a este panorama, la pregunta es inevitable: ¿será este cierre de año realmente positivo para todos o sólo para algunos?

Si bien las fechas de fin de año generan mayor flujo de comensales, lo cierto es que la rentabilidad del sector formal se ha visto cada vez más comprometida. Competimos en un terreno desigual, donde los costos y obligaciones recaen sobre quienes cumplen, mientras que la informalidad continúa expandiéndose sin controles ni sanciones.

Que muchas personas opten por la informalidad no sorprende: la burocracia, los trámites excesivos y los costos de operación desincentivan la formalidad.

Pero en esta realidad hay un punto clave que no podemos ignorar: las autoridades existen, vivimos en una sociedad con reglas. Existe una autoridad, en todos los niveles, con la obligación de hacer cumplir las reglas y de facilitar ser formales.

La responsabilidad del Estado no termina en fiscalizar; empieza en simplificar los procesos, en generar condiciones que permitan que abrir o mantener un negocio formal no sea una carrera de obstáculos. La formalidad no debería ser un castigo, sino un incentivo. Los restauranteros cumplimos con regulaciones sanitarias, fiscales y laborales, generamos empleo y pagamos impuestos; lo mínimo que debe garantizarse es un entorno competitivo y justo.

Por nuestra parte, como empresarios formales, también tenemos deberes: planear, adaptarnos y diferenciarnos. Quienes logren anticipar costos, fortalecer su servicio, aprovechar la tecnología y ofrecer experiencias únicas serán los que capitalicen este cierre de año. La competencia no está sólo en los precios, sino en la confianza, la calidad y el valor percibido por el cliente.

El reto, entonces, es doble: seguir resistiendo y, al mismo tiempo, evolucionar.

No se trata de esperar un mejor año, sino de construirlo desde ahora, de manera colectiva. Desde CANIRAC Estado de México seguiremos impulsando la formalidad, la capacitación y el trabajo conjunto con las autoridades para que la recuperación sea real, equilibrada y duradera.

El éxito de diciembre no debe medirse únicamente en ventas, sino en cuánto fortalecemos la estructura que nos permitirá comenzar el próximo año con bases firmes. Porque mientras el sector informal crece en número, nosotros debemos crecer en valor.

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