Carla Valdespino Vargas

Nubes

Oquetza, camino a la raíz

Escribo un poco lejos de mi lugar habitual; tecleo desde un espacio lleno de aves, su canto inunda el ambiente. En el horizonte, apenas se dibujan las montañas y me gustaría decir que el cielo es azul y que la presencia de nubes impide la visión, pero no es así. No hay nubes, hay bruma, mucha bruma, por no decir, contaminación.

Han pasado un par de horas desde que escribí el primer párrafo y las nubes apenas se forman, contornean los cerros que juegan a ser fantasmas. Entonces recuerdo el trabajo artístico de @victor_lacorte quien se disfrazó para ser nube y bajar de las montañas al pueblo y ser parte de sus calles; al ver sus fotos y leer su sentir, el tiempo vino a mí: imágenes de mis días en los Altos de Chiapas: donde las estrellas dibujan mapas celestes y las nubes esconden el horizonte.

Y si @victor_lacorte pudo bajar de las montañas siendo nube, las nubes bajan siendo lluvia. Y es entonces cuando las nubes cobran otro valor en nuestro andar, pues tenemos la capacidad de ser lluvianube y nutrir la tierra.

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Hemos dejado en el olvido el conocimiento mesoamericano sobre la importancia de las montañas, pues en ellas, nacen las nubes y, por tanto, la lluvia y, por tanto, la vida. Hemos dejado de alimentarlas con pancito, tzoalli, tortillitas, molito, tamalitos, que no son otra cosa que la metáfora del cuidado. Hemos preferido las minas a cielo abierto; hemos preferido abrirlas para construir túneles.

Las montañas son una imagen ecuménica del Monte Sagrado, lugar de creación donde se encuentra el germen anímico de cada cosa, animal, planta o persona que habita el tlalticpac (superficie terrestre), en cuya cúspide crece el Árbol sagrado, símbolo del axis mundi, el eje vertical del universo. Árbol que, en muchas ocasiones, también era representado por la planta del maíz, como se puede admirar en el Templo de la Cruz Foliada en la ciudad de Palenque. Es probable que, para alguno de los lectores resulte difícil la relación existente entre la cruz y la planta de maíz. Hagamos un ejercicio de observación y, en un par de semanas el maíz estará espigando con forma una cruz perfecta.

Más regresemos a las montañas adornadas con cruces y recordemos que son la representación del Tamoanchan y el Tlalocan en la tierra, sitios de origen y destino del tonalli. En el Tamoanchan se alberga la lluvia, el granizo, los ríos, los rayos, la fuerza de crecimiento… las semillas del corazón. Mientras que el Tlalocan es la montaña hueca llena de frutos y cuyo fondo está lleno de agua que se interconecta con otros cerros a través de ríos y cuevas cuya comunicación extiende sus brazos hasta el mar. Ambos espacios son diferentes, pero coincidentes. Las montañas son el eje cósmico; punto de ascenso y descenso de los astros; bodega de riqueza; refugio de la flora y fauna; casa del dios patrono; lugar de origen de los hombres; fuente del orden social, poder y autoridad… morada de los muertos.

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