Carla Valdespino Vargas

¿Gentrificación arqueológica?

Oquetza, camino a la raíz

Entre esos pequeños espacios que deja el día a día, me puse a leer el periódico. Casi siempre comienzo por la sección de Cultura y me encontré con una nota sobre la Civilización Caral, una de las más antiguas del mundo y considerada la Cultura Madre de América. Se localiza en Perú y cuenta con once centros urbanos, lo que nos indica el grado de importancia que tuvo en su momento. Según los datos que he rastreado, fue contemporánea a Mesopotamia, lo que equivale a decir que se desarrolló hace más de 5 mil años.

Mi cometido de hoy no es darles una clase sobre Caral, sino hablar de su destrucción. Y bueno, ¿se acuerdan de la Pandemia, de esos años extraños que pasamos un poco encerrados y temerosos? Pues la historia del peligro que corre Caral tiene su inicio en ese momento. Los llamados traficantes de terrenos comenzaron a construir cerca de la zona, para ello metieron maquinaria pesada y destruyeron lo que “les estorbó”. La situación no sólo quedó ahí, también se comenzó a sembrar en zonas cercanas. La problemática escaló, ya que se han contratado sicarios para amedrentar a los arqueólogos y personal de seguridad, incluso la arqueóloga que dirige la zona de Caral ha tenido que dejar el lugar y trasladarse a Lima para resguardar su vida.

Algunos videos muestran casas a medio construir a tan solo unos metros de Caral. Las imágenes me recuerdan los centros urbanos de Teotenango y Calixtlahuaca, las casas poco a poco se “comen” a estas ciudades mesoamericanas. Estos fenómenos, ¿no son una suerte de gentrificación de la que nadie habla? ¿Es válido demoler estas ciudades en beneficio de zonas habitacionales para las nuevas generaciones? ¿Es posible denominar a este fenómeno gentrificación arqueológica? ¿Hasta dónde podemos aceptar la frase destruir para construir?

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