En su artículo del año 2000, Greed and Grievance in Civil War, Paul Collier y Anke Hoeffler buscan explicar las razones por las cuales las guerras civiles se desatan. En un estudio comparativo de 27 conflictos armados en todo el mundo, realizan planteamientos sobre los motivos por los cuales un grupo social entra en una lucha interna.

El estudio propone que existen dos motivaciones principales para el conflicto: la avaricia y los agravios. Se expone que las rebeliones por codicia están motivadas por personas que buscan depredar las rentas de un entorno social y, que, en su cálculo político, se estima que la acción a generar es más beneficiosa que los costos de su implementación. Por otra parte, las rebeliones por agravios están motivadas por denostaciones que se presentan hacia la diversidad de los grupos que integran la colectividad, así como con condiciones de represión política o situaciones de desigualdad.

Lo interesante del planteamiento es que independientemente de la motivación, existe un efecto de retroalimentación que surge y sumerge a los entes sociales en una espiral descendente con dificultades de superarse. Es decir, en situaciones de agravio, estos desencadenan conflicto, el cual a su vez genera más agravios y así sucesivamente. El estudio plantea una interdependencia entre la codicia y el agravio que se suscitan de manera intermitente para hacer que los conflictos se institucionalicen permanentemente. Es decir, las rebeliones por codicia, en su búsqueda de amplios beneficios, generan agravios para alcanzar los recursos necesarios para generar cohesión entre los grupos rebeldes. Por su parte, las rebeliones por agravio son impulsadas por la avaricia y la depredación para obtener financiamiento y continuar con el movimiento.

En el seguimiento que hacen del estudio de conflictos, se identifica que la intervención adecuada para detenerlos es reducir los niveles de agravio. Es decir, en la medida que los agravios son contenidos, se reducen los incentivos a continuar financiando a los movimientos y con ello se reduce el conflicto. Es decir, el objetivo institucional de una intervención en un conflicto debe ser reducir el atractivo de los actores involucrados por depredar los recursos de la sociedad y con ello reducir los incentivos a continuar avivando el fuego del conflicto.

En este sentido, hoy nuestra sociedad mexiquense vive de cerca una situación de tensión y conflicto, desarrollado durante las últimas semanas en la Máxima Casa de Estudios Mexiquense. Este conflicto es resultado de agravios generados durante muchos años y por un interés particular de manejar los recursos institucionales. En este sentido, la salida del conflicto, que a todos debería interesar y ocupar, radica en mostrar que los agravios han sido reivindicados.

Durante el largo proceso que ha significado el cambio de la titularidad de la UAEMéx, las fuentes principales de agravio han sido atendidas con las renuncias de personajes que resultaron el epicentro de las afectaciones y molestias universitarias. Frente a este hecho, el inicio de solución del conflicto radicará en la capacidad de mostrar sensibilidad de las partes para evitar que el conflicto continúe escalando y entre en un espiral del cual difícilmente pueda salir.

Ojalá que, por el bien de toda la sociedad mexiquense, la prudencia quepa entre los actores involucrados.

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