Durante las últimas semanas en nuestra entidad, mucho se ha hablado sobre las manifestaciones de inconformidad que el estudiantado de la Máxima Casa de Estudios Mexiquense ha realizado.

Más allá de la discusión sobre el movimiento en sí, considero relevante plantear con claridad a qué nos referimos cuando hablamos de movimientos estudiantiles. El desconocimiento y la falta de empatía han extraviado la discusión pública en esta temática.

Para solventar lo anterior, me permito traer a colación el libro “Movimientos Estudiantiles en América Latina. Interrogantes para su historia, presente y futuro”, del Dr. Nicolás Dip, publicado por el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO). Retomo tres elementos relevantes del libro para conocer y entender mejor estos movimientos sociales.

I. Los movimientos estudiantiles innovan y se adaptan a los contextos actuales. Los movimientos estudiantiles suscitados en distintas partes del continente, destaca el de Chile en 2011, presentan nuevas características y elementos distintivos. Están conformados por jóvenes con altos niveles de estudio, apuestan por la horizontalidad y la difusión de los liderazgos.

Además, buscan alcanzar una democracia que trascienda la participación tradicional que consiste sólo en votar, la incorporación de nuevas tecnologías y redes sociales para la información y difusión de las protestas. Incorporan elementos artísticos y culturales y buscan reivindicar una pluralidad de demandas, desde medioambientales, pasando por la violencia de género y la defensa de los derechos humanos.

II. Los movimientos estudiantiles tienen una reivindicación política. Este tipo de movimientos implica la organización política de los estudiantes con la finalidad de exigir atención a la solución de problemáticas o demandas que afectan a la comunidad en su conjunto. Desdeñarlos o minimizarlos es un error estratégico imperdonable para quienes tienen la responsabilidad de darles atención.

III. Los movimientos estudiantiles exitosos son aquellos que logran cambios institucionales. Lo anterior sucede cuando establecen con claridad cuáles son los objetivos de cambio de reglas o de ampliación de derechos. Si la manifestación se vuelve poco clara, la posibilidad de alcanzar objetivos se puede desvanecer.

A pesar de las características comunes latinoamericanas, cada movimiento debe ser entendido en su contexto y en su realidad. Sólo así es posible entender el verdadero alcance de su potencial y las medidas concretas para lograr sus principales objetivos.

Un llamado interesante al analizar nuestra situación actual es que los movimientos estudiantiles, aunque similares a lo largo del tiempo, tienen condiciones específicas de su temporalidad y su alcance. Por ello, el primer paso para entender el movimiento estudiantil es reconocer que no es igual a otros, que no tiene referencia con el pasado y que se define a sí mismo con la condición actual del estudiantado.

Sus intereses, sus formas de interactuar y su objetivo primigenio es auténtico y es original. Iniciar por reconocerlo puede ser un muy buen primer paso. Pensar en recetas antiguas para su atención y resolución, seguramente culminarán en un callejón sin salida.

@BAlmarazC

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