La celebración del Día de las Madres es mucho más que flores, chocolates y canciones. Es una fecha que despierta emociones encontradas, porque detrás de esa imagen idealizada de la maternidad hay historias complejas, silencios profundos y realidades que a menudo se ignoran.
Hay mujeres que anhelan ser madres y no pueden. Otras que son madres sin haberlo deseado. Están quienes han perdido embarazos de forma involuntaria y lloran en soledad ese deseo no cumplido. También las que decidieron no ser madres y enfrentan el juicio social. Y aquellas que, siendo madres, no son valoradas por sus propios hijos.
En México, alrededor de 73 de cada 1,000 partos corresponden a adolescentes entre 15 y 19 años, colocándonos en el primer lugar de embarazos adolescentes en América Latina, según datos del Fondo de Población de las Naciones Unidas. Las madres adolescentes, muchas veces juzgadas, viven la maternidad entre carencias, estigmas y falta de apoyo.
Están también las madres solteras: el 74.2% tiene hasta dos hijas o hijos nacidos vivos, 23.2% entre tres y cinco, y un 2.6% más de seis. Muchas de ellas son el único sostén de sus hogares, ya sea por ausencia, abandono o muerte del padre, o incluso porque el padre está presente pero no colabora.
Con el paso del tiempo, hay madres que se vuelven hijas de sus propios hijos. La vida da vueltas, y el cuidado que ellas ofrecieron con amor incondicional, ahora lo necesitan de vuelta.
Celebrar a las madres no debería ser cuestión de un solo día. De acuerdo con el Censo de Población y Vivienda 2020, en México hay 64,540,634 mujeres, lo que representa el 51.2% de la población. Muchas de ellas son madres modernas que cumplen múltiples roles: amas de casa, profesionistas, empresarias, servidoras públicas, enfermeras, cocineras, cuidadoras y administradoras del hogar. Lo hacen todo. Sin pausas. Sin reconocimiento suficiente.
Desde la antigüedad, las madres han ocupado un lugar sagrado en las culturas: los egipcios veneraban a Isis como protectora y madre de los faraones; los griegos, a Rea como diosa de la maternidad y fertilidad. En México, fue José Vasconcelos, como secretario de Educación, quien oficializó la celebración del 10 de mayo, por ser el mes de la Virgen María. Hoy existe incluso un monumento dedicado a ellas en el Jardín del Arte, en la Ciudad de México.
Pero más allá de monumentos y fechas simbólicas, está la vida cotidiana. La maternidad real, esa que duele, enseña, forma y transforma. Porque las madres son las primeras educadoras: enseñan a hablar, a caminar, a amar, a respetar. Desde el seno materno se gestan los valores, los hábitos, las raíces culturales que sostienen a nuestras sociedades.
Ser mamá es un acto profundo y complejo. Celebrarlas, respetarlas y acompañarlas debería ser una constante, no una excepción marcada en el calendario.
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