En la búsqueda constante por alcanzar la igualdad entre hombres y mujeres, hemos perdido, en ocasiones, la objetividad. Se ha dejado de lado el bienestar integral de los hombres y, con ello, el reconocimiento de las aportaciones que realizan a la sociedad. A veces incluso se tergiversa lo que realmente significa la igualdad de género desde una perspectiva inclusiva, que es lo que, en esencia, buscamos como sociedad.
Y es que los hombres también necesitan ser reconocidos. Por ello, la UNESCO valoró el enfoque en la salud masculina y el rol positivo del hombre en la sociedad, y estableció que ellos también deben recibir reconocimiento por su desempeño y aportes. Esto, por supuesto, no significa pasar por alto los atropellos que algunos hombres cometen; significa ser justos y equitativos.
Reconocer a los hombres implica buscar la transformación social desde los orígenes, partiendo de que el machismo se transmite de generación en generación gracias al propio ADN sociocultural de los seres humanos. Puede parecer irónico, pero muchas veces a las mujeres nos cuesta trabajo reconocer que somos machistas de forma natural y no intencionada. Por ello, este reconocimiento podría ayudarnos a promover la masculinidad positiva: hombres reales que convergen en la sociedad y contribuyen a sus familias y a la comunidad.
Así como los hombres contribuyen con las mujeres, nosotras debemos ser recíprocas con ellos, impulsando la prevención y el cuidado de su salud física y mental. Porque también ellos se enferman, también sufren depresión y, muchas veces, carecen de atención médica o social. Esta falta de acompañamiento ha dado pie a que en México se incrementen los índices de depresión y suicidio masculino, ya que para los hombres es muy difícil pedir ayuda. Están acostumbrados a asumirse como el único soporte familiar y consideran que su papel debe ser símbolo de fortaleza.
Incluso, muchos hombres son víctimas de abuso: abuso ejercido por sus parejas debido a la presión social de ser proveedores y sustento absoluto de sus familias, no como una responsabilidad compartida, sino como una obligación rígida. Y, peor aún, sin poder externar sus emociones gracias a estos roles tradicionales establecidos como herencia de la estoicidad masculina. Aunque en nuestro país cada día se reconoce más el papel que desempeñan los hombres en la crianza activa y en la corresponsabilidad doméstica, aún hay mucho por hacer. Iniciar desde la educación, abriendo un nuevo discurso social, ayudaría enormemente a formar hombres más empáticos, responsables y, sobre todo, libres de prejuicios. Sería un gran comienzo.
Por ello, es importante que las nuevas generaciones impulsemos un nuevo concepto de masculinidad moderna, basada en el respeto, el autocuidado y el diálogo. Esta redefinición, construida a partir de una amplia reflexión social, debe llevarnos a entender que la lucha por la igualdad no es exclusiva de las mujeres, sino también de los hombres. Reconocer sus aportes al mundo, a la sociedad y a los hogares es un paso fundamental. En México, este día —y esta conversación— deberían tener un mayor impulso y relevancia, pues seguimos enfrentando grandes retos culturales que viven los hombres.
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