Hace unos días escuché a una joven que, tras el mitin del sábado 6 de diciembre en el Zócalo de la Ciudad de México, al que asistimos más de 600 mil personas para celebrar con Claudia Sheinbaum los 7 años de transformación de la vida pública de nuestro país, respondió con honestidad a la típica pregunta: “¿Te pagaron por venir?”

Ella contestó que sí, que le habían pagado.

Y ¿qué creen? Yo también vengo hoy a decirles que la 4T nos pagó a todas y todos los que estuvimos ahí.

Pero no nos pagó con dinero.

Nos pagó con algo infinitamente más valioso.

Nos pagó con la reducción de la pobreza y la disminución de la desigualdad; con el incremento histórico del salario mínimo, elevado a 315 pesos diarios, con un aumento acumulado desde 2018; con mejores condiciones laborales, más empleo formal y estabilidad económica; con la salida de millones de personas de la pobreza (el gobierno señala 13.5 millones); con la expansión de derechos sociales, con más acceso a salud, educación e infraestructura; nos pagó con soberanía, con justicia social y con la defensa de un proyecto que cambió el rumbo de un país.

Eso sentimos quienes asistimos al Zócalo. Y también lo sienten millones que, aun sin poder estar ahí, se saben beneficiarios de una transformación que llevaba décadas esperando. Lo sé porque el respaldo popular a la presidenta Claudia Sheinbaum es histórico: para inicios de diciembre de 2025, las encuestas la colocan con una aprobación de 70 a 74 por ciento, uno de los niveles más altos del mundo, apoyada por la población de clase baja, media y media alta.

Un respaldo que no solo celebra su liderazgo, sino también los resultados acumulados desde 2018 con la llegada de Andrés Manuel López Obrador y el inicio de la 4ª Transformación.

Sin embargo, este mitin del 6 de diciembre, en el que celebramos el progreso de México, ocurre en un contexto complejo: críticas, desconfianza y desgaste hacia el gobierno federal, los estados, los congresos y los municipios. Vivimos una confrontación social y electoral cada vez más intensa entre Morena y los partidos de oposición, principalmente PAN y PRI, así como desde sectores independientes que cuestionan los avances, critican decisiones económicas o hablan de supuesto “autoritarismo”.

Hoy es más fácil atacar, porque las redes sociales amplifican todo en segundos. Ahí han proliferado ejércitos de bots, campañas pagadas de desprestigio y calumnias dirigidas a dañar la imagen del gobierno y de la 4T.

Pero como bien lo dijo la presidenta Claudia Sheinbaum: tenemos la responsabilidad de salir a defender los principios de Morena y de esta transformación, para que el viejo régimen de privilegios no regrese jamás.

Defender lo que se ha logrado no es un acto político menor: es resguardar conquistas sociales que hoy benefician a millones.

La continuidad de este proyecto no es un capricho partidista; es un proyecto de nación que garantiza un futuro distinto al que ofrecieron los gobiernos neoliberales y conservadores.

Un futuro basado en austeridad, justicia social, igualdad, paz, estabilidad y confianza.

Porque estar en el Zócalo, junto a la Presidenta de México, no fue solo participar en un evento.

Fue respaldar la obra iniciada por Andrés Manuel López Obrador, una obra cimentada desde el pueblo y para el pueblo.

Fue honrar ese principio que sostiene toda esta transformación:

“Con el pueblo todo, sin el pueblo nada.”

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