Celebrar a la mujer en las últimas décadas ha sido algo histórico, pero celebrar a la mujer rural es algo realmente digno de conmemorar, ya que representan aproximadamente el 43 % de la mano de obra agrícola en el mundo, sin embargo, solo el 20% son propietarias de tierra, el resto se podría decir que son jornaleras.
Actualmente en México, habemos más de 132 millones de habitantes, de los cuales 16.3 millones son mujeres que viven en zonas rurales, quienes lamentablemente afrontan desigualdades de acceso a recursos productivos (tierra, tecnología, financiamiento), lo cual incrementa la feminización de la pobreza y la inseguridad alimentaria, estando así en los eslabones menos rentables de las cadenas productivas, dejando a muchas en estado de indefensión, pues ello significa que tienen menor o nulo acceso a seguridad social e incluso a programas que puedan beneficiar su desempeño dentro del sector rural.
A lo largo de los años se ha demostrado que las mujeres rurales realizan trabajo no remunerado en actividades del cuidado de la familia, sino también en actividades agropecuarias y agroalimentarias, pues juegan un rol central en la producción de alimentos, en el procesamiento local y en mantener la seguridad alimentaria familiar, contribuyendo significativamente al quehacer de los hombres en el campo o incluso siendo ellas las protagonistas en las actividades del campo, rompiendo gradualmente las barreras de acceso a recursos que limitaban su productividad.
Es por ello, que uno de los grandes retos de los gobiernos ha sido el diseño de programas agrícolas con enfoque de género que doten a mujeres rurales de insumos, capacitación, crédito, acceso a tecnología, así como el fomento de sistemas alimentarios locales donde las mujeres lideren emprendimientos agroecológicos, ya que, sin ello, las mujeres rurales están sobrerrepresentadas entre los pobres rurales.
Estas desigualdades que siguen existiendo no sólo entre hombres y mujeres, sino entre mujeres y mujeres rurales, no sólo presentan una desigualdad en oportunidad laboral o de salud, sino también en educación, pues el 24.8% de ellas son analfabetas, frente al frente al 17.1 % en los hombres rurales(según datos de INEGI durante el censo 2020), lo que provoca una brecha aún mayor para generar ingresos suficientes para el sustento de sus hogares.
Mejorar las condiciones de las mujeres rurales, no solo aumentará la producción local de alimentos y la seguridad alimentaria en sus comunidades, sino que también reducirá la pobreza alimentaria de México; lo que puede significar incluso que ellas puedan ver como alternativa invertir en educación o en mejoras para su entorno y eso generaría gradualmente un incremento de sus ingresos, logrando disminuir la pobreza que se vive en el campo y evidentemente en sus hogares.
Estas mujeres, las mujeres rurales, no sólo producen la mitad de los alimentos del mundo, sino que también protegen el medio ambiente y tristemente viven en peores condiciones que las mujeres urbanas e incluso que los hombres del campo; lo único que nos queda a nosotros es protegerlas a ellas y garantizar que puedan tener una vida plena para ellas sigan contribuyendo tan importantemente a la existencia de la humanidad.
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