El ciclo escolar 2025-2026 comenzará oficialmente el 1 de septiembre, fecha en la que millones de alumnos de educación básica (preescolar, primaria y secundaria), así como de bachillerato (preparatoria y nivel medio superior), regresarán a las aulas después de más de mes y medio de vacaciones.
En este regreso a clases no sólo debemos hablar de los gastos que implica para los padres de familia, ni del esfuerzo y sacrificio que realizan para dar a sus hijos una educación de calidad. Tampoco se trata únicamente de la dignificación del magisterio —que debería ser una prioridad de los gobiernos federal y estatal— o de la importancia de una alimentación sana y suficiente para nuestros alumnos. Pensemos también en algo tan sencillo y, a la vez, tan profundo: las sillas o butacas que utilizan nuestros pequeños.
Hablando en retórica, cada silla guarda una historia invisible. Algunos niños llegan con hambre, otros con miedos y carencias emocionales; algunos con el corazón roto, con violencia en su hogar o con responsabilidades que no deberían cargar a su corta edad. Y aunque estas realidades suelen pasar desapercibidas en medio de las sumas, restas y lecciones de historia, es indispensable recordar que cada niña y cada niño lleva consigo una narrativa que merece ser escuchada con empatía, paciencia y amor.
Para muchos, la escuela se convierte en un refugio, en un nuevo “hogar” donde anhelan un gesto amable, una palabra de aliento o simplemente alguien que los escuche. Pequeñas acciones que, aunque parezcan mínimas, hacen la diferencia en sus vidas. Detrás de una mala conducta, de un silencio prolongado o de una mirada perdida, puede esconderse un grito silencioso de ayuda. No sabemos las batallas que enfrentan, pero sí tenemos claro que el respeto y la amabilidad nunca sobran.
Las maestras y los maestros tienen en sus manos la oportunidad de ser ese rayo de luz que ilumine el día de un estudiante, incluso de transformar por completo su vida. Un acto de bondad puede hacer que un niño o una niña se sienta visto, valorado y comprendido, y, en muchos casos, puede ayudarle a romper con los círculos de dolor que lo rodean.
A ti, maestro y maestra, que esta semana participas en el Consejo Técnico: nunca subestimes el poder que tienes. Cada palabra, cada mirada y cada enseñanza puede convertirse en la chispa que impulse a nuestros niños, niñas, adolescentes y jóvenes a creer en sí mismos. Recuerda siempre que en tus manos está no solo la formación académica, sino también la construcción de un presente más humano y un futuro más justo para nuestro país.
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