Hace algunas décadas, era evidente el respeto hacia las personas adultas mayores. Sin embargo, con el paso del tiempo, esta valoración ha disminuido, en parte por el uso indiscriminado de las tecnologías y, sobre todo, por la pérdida de valores, que es cada vez más notoria.
Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), una de cada diez personas adultas mayores sufre maltrato por parte de familiares (cónyuge, hijos, nietos), vecinos o cuidadores, e incluso en casas de reposo o por personal médico.
Estos abusos se presentan con mayor frecuencia en personas mayores que son dependientes para realizar sus actividades cotidianas, como alimentarse, bañarse o vestirse.
La violencia contra las personas mayores es una problemática creciente en la actualidad. Aunque no es un fenómeno nuevo, apenas comienza a visibilizarse, ya que durante años se mantuvo en silencio o fue minimizada.
Este maltrato causa un daño y sufrimiento profundos en quienes lo padecen. Se trata de una clara violación a los derechos humanos. No solo hablamos de violencia física (golpes o negligencia), sino también de violencia sexual, psicológica o emocional. Existen también casos de abuso por intereses económicos o materiales, abandono, negligencia, y el menoscabo grave de la dignidad y el respeto que toda persona merece.
Esta problemática no distingue clases sociales ni niveles económicos; ocurre tanto en países desarrollados como en aquellos con menos recursos.
Lo más doloroso es que, en muchos casos, es un familiar cercano quien inflige este sufrimiento a quienes en su momento les brindaron todo. Los abuelos merecen respeto, cuidado, amor y todo lo necesario para satisfacer sus necesidades básicas, salvaguardar su integridad física y emocional, y garantizar una vida digna en la última etapa de su existencia.
Estos actos cobardes no son solo expresiones de maltrato, sino que también pueden derivarse del agotamiento de los cuidadores, quienes, al enfrentarse a una carga constante, desarrollan frustración al dedicar su vida productiva al cuidado de adultos mayores con dependencia funcional, discapacidad o problemas mentales.
Si bien el envejecimiento de la población es un fenómeno creciente, eso no justifica que el abuso también aumente. La vulnerabilidad de las personas mayores se incrementa a medida que disminuye su capacidad de reacción, por lo que resulta fundamental sensibilizar a la sociedad, tanto a las víctimas como a sus familias. La concientización puede contribuir a disminuir estos abusos, ya sea detectándolos o reportándolos a las autoridades competentes.
Esta situación no puede ser permitida ni tolerada por ninguna persona, familiar o autoridad. Las personas adultas mayores merecen vivir con plenitud, pero, sobre todo, con dignidad, disfrutando plenamente de los derechos y beneficios que les corresponden por su edad.
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