Llega diciembre y, con él, el primer informe de los presidentes municipales. Más allá de ser un ejercicio de rendición de cuentas y transparencia para medir y evaluar la eficiencia, eficacia y pertinencia social de la administración municipal, este acto representa también un momento de profundo impacto político y social para todos los sectores de la sociedad. Es, incluso, una oportunidad para estrechar lazos que fortalezcan al municipio y a su población, con la presencia de instituciones locales, estatales, federales y, por qué no, también de la iniciativa privada, organizaciones de la sociedad civil y representantes comunitarios.

El primer informe refleja, con evidencias, los avances y resultados del primer año de trabajo, así como las estrategias de fortalecimiento municipal. Es el momento para evaluar la coherencia entre el plan de gobierno, el presupuesto asignado y las acciones emprendidas.

Por ello, rendir este informe no es solo un acto de cumplimiento de la ley: implica estructurar y demostrar la buena o mala administración no únicamente del presidente municipal, sino también del Cabildo y de sus directores. Es un acto de reflexión que permite mejorar las acciones realizadas, planear y administrar con disciplina los recursos del pueblo; ejercerlos de manera consciente; y sensibilizar a los funcionarios del ayuntamiento sobre su responsabilidad de servir al pueblo y no servirse de él. También permite analizar los proyectos rezagados o las problemáticas históricas que aún no han podido resolverse. En suma, significa duplicar el compromiso con la ciudadanía y fortalecer la credibilidad como servidores públicos, porque la función municipal exige honestidad, vocación de servicio, empatía y respeto absoluto por los recursos que pertenecen a toda la comunidad.

Muchos presidentes municipales creen que el informe concluye con un acto protocolario en un evento público-político, pues consideran que el verdadero valor del funcionario radica en su imagen, cuando no es así. El informe sirve para medir el impacto, el costo-beneficio y la calidad del servicio público que reciben las y los ciudadanos. A través de una evaluación —que debería ser permanente y transparente— es posible identificar las áreas de oportunidad rumbo al segundo año de gobierno, con el objetivo de mejorar la vida cotidiana de las personas.

Y si lo que le importa al presidente municipal es su imagen pública o su posicionamiento, debería empezar por construirla desde la autenticidad y el trabajo real: basada en hechos, transparencia y cercanía con la ciudadanía, con congruencia entre lo que dice y lo que demuestra con su labor diaria. Solo así podrá verse reflejada no solo en el éxito gubernamental, sino también en la fortaleza y liderazgo del presidente municipal, dejando una huella positiva en la vida de las personas.

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