Las primeras elecciones del Poder Judicial en nuestro país implican un cambio de paradigma. Este 1° de junio por vez primera la ciudadanía decidirá, con su voto, quiénes impartirán justicia.

El proceso ha estado marcado por la polarización. Algunas voces lo califican como un acto de expansión democrática; otras, como una amenaza al equilibrio de poderes. Pero más allá de esas posturas, vale la pena detenernos un momento y reflexionar: ¿por qué importa votar?

En México, sufragar es un derecho y una obligación. Aunque no hacerlo no implica una sanción, la participación ciudadana es alta: más del 60% del electorado ha votado en las últimas tres elecciones presidenciales. Conservamos el recuerdo de tiempos en que el voto era privilegio de pocos o una ilusión rota. En nuestro país, votar es un acto de memoria.

Quienes trabajamos en la administración electoral lo sabemos bien. Cada elección es un reto y una oportunidad para perfeccionar nuestros procesos. En este ejercicio inédito, con pocos referentes internacionales, rediseñamos mecanismos que parecían consolidados: boletas, financiamiento, geografía electoral, paridad, cómputos. La elección hizo necesaria una importante dosis de creatividad que – en algunos casos – pudiera generar buenas prácticas replicables en futuras elecciones.

En los regímenes democráticos, el voto es la herramienta más poderosa para expresar preferencias, exigir cuentas e incluso es utilizado como mecanismo de protesta. En nuestro país, la reforma judicial es una realidad y, desde hace varios meses hemos trabajado incesantemente para garantizar las condiciones adecuadas para que toda la ciudadanía encuentre una casilla en su sección, con los materiales, y las boletas suficientes. Es el momento de manifestar el deseo colectivo, hagámoslo con determinación para que nadie decida por nosotros.

Sufragar no es solo elegir, también es exigir. Votar es una expresión legítima de voluntad popular. No votar es ceder espacio a que otras personas decidan. En un contexto de ampliación de derechos, no acudir a las urnas equivale a renunciar a un nuevo espacio de participación.

Las elecciones judiciales no están exentas de retos. Pero no nos paralicemos, por el contrario, hagamos nuestro este proceso electoral. Estemos vigilantes, cuestionemos y, sobre todo, participemos activamente. Es decir, ejerzamos y asumamos nuestra responsabilidad como ciudadanos y ciudadanas.

Y es que en la democracia mexicana podemos garantizar que el voto cuenta y forma parte del resultado final. Cada etapa del proceso está respaldada por mecanismos técnicos y ciudadanos para proteger tu voluntad. Tendremos transmisión en vivo de los cómputos; nuestras vecinas y vecinos estarán en las mesas; habrá vigilancia ciudadana, presencia de observadores y observadoras, y medidas de seguridad informáticas y físicas. Todo está preparado para que tu voto sea respetado.

Aunque somos una democracia joven, tenemos valores democráticos arraigados. Tenemos certeza sobre el proceso, pero incertidumbre sobre el resultado. Las elecciones se deciden exclusivamente con el voto de la ciudadanía, no hay resultados a priori.

Si bien esta elección es distinta a las anteriores, también representa una oportunidad. Las personas que resulten electas tendrán la responsabilidad de impartir justicia y de estar cercanas a sus comunidades.

No podemos ser espectadores. Votar es asumir la responsabilidad de construir el país que queremos. Se trata de no ceder el espacio de decisión ni abandonar lo que tanto costó conquistar.

Este 1º de junio, cada persona votante contribuirá a una democracia que sigue creciendo y necesita de todas y todos. Votar es una forma de cuidar la justicia y la democracia misma.

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