No existe mejor manera para conmemorar el 72 aniversario del voto de las mujeres en nuestro país que reconociendo a aquellas que, en la actualidad, siguen abriendo brecha. Con esta convicción, el Observatorio de Participación Política de las Mujeres en el Estado de México invitó a una de las más influyentes lideresas indígenas a impartir una charla.

La historia de Eufrosina Cruz, inspira y provoca a quienes la escuchan. Esta mujer zapoteca encarna lo que significa resistir en un país donde nacer mujer e indígena suele ser sinónimo de adversidad y desigualdad.

Su historia nos recuerda que la resistencia no es un gesto aislado de rebeldía. Es un acto cotidiano que se vive en cada puerta que se cierra y en cada intento de silenciar una voz.

La trayectoria de Eufrosina es un recordatorio de que las injusticias personales pueden convertirse en motores de cambio colectivo. Ella no solo luchó desde la maquinaria de una estructura comunitaria patriarcal que le negó el derecho a participar en política por ser mujer, sino que transformó esa negativa en impulso para exigir reformas legales y abrir espacios a quienes venían detrás. Así, lo individual se hizo colectivo y la memoria de su resistencia se convirtió en brújula para muchas más mujeres que se niegan a aceptar la invisibilización como destino.

Eufrosina se abrió camino en la política con firmeza y gracias a la progresividad de la justicia electoral. No sólo generó un cambio en su comunidad, sino que también dirigió el Congreso oaxaqueño, accedió en más de una ocasión a la Cámara de Diputados federal, y ha ocupado espacios nacionales e internacionales para seguir transmitiendo su mensaje de lucha.

El Estado de México no se queda atrás en esa lucha constante. Durante el proceso electoral 2023-2024, 40 mexiquenses de pueblos y comunidades indígenas se postularon por esa acción afirmativa. De ellas, 17 resultaron electas: once mujeres y seis hombres. A primera vista, la cifra puede resultar alentadora. Sin embargo, surgen preguntas clave: ¿sabemos quiénes son esas personas electas?, ¿cómo han avanzado en su agenda? y ¿de qué manera representan realmente a las comunidades de las que provienen?

El riesgo de medir únicamente en términos de números es reducir la inclusión a una cifra en un cuadro estadístico. La democracia no se mide solo en curules. Por el contrario, debe analizarse en términos de representatividad, incidencia y reconocimiento social. La presencia de mujeres indígenas en espacios de decisión es fundamental, pero también lo es que esas mujeres puedan ejercer su representación sin estigmas, sin violencia política y con respaldo institucional.

Hay algo profundamente poderoso en la palabra “arrebatar”. Eufrosina lo plantea como una forma de ocupar el espacio que nos corresponde, de reclamar lo que merecemos en una sociedad que nos invita constantemente a hacernos pequeñas. Arrebatar no es un capricho: porque quien espera a que se le reconozcan derechos con los que cuenta corre el riesgo de nunca ejercerlos. La incomodidad que provocan las mujeres que hablan, que lideran, que denuncian, no es más que la reacción de un orden que se resiste a transformarse.

La conferencia de la activista zapoteca, más que un evento conmemorativo, fue una invitación a la acción. Si bien dijo que no buscaba empoderar a nadie, su legado dejó a muchas con el ánimo de hacer más, de luchar para que más mujeres alcancen espacios públicos y de evitar que alguna niña sea obligada a contraer matrimonio.

A 72 años de nuestra ciudadanía plena vale la pena preguntarnos: ¿todas votamos? Que el mensaje de Eufrosina Cruz sea un compromiso renovado: no dejar a nadie atrás, no conformarnos con lo ya alcanzado, y recordar siempre que cada historia de resistencia, como la de Eufrosina, es también una invitación a existir en lo público con dignidad, sin miedo y con esperanza.

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