La Organización Mundial de la Salud (OMS) define la violencia como el uso deliberado de la fuerza física o el poder, ya sea en grado de amenaza o efectivo, contra uno mismo, otra persona o un grupo o comunidad, que cause o tenga muchas probabilidades de causar lesiones, muerte, daños psicológicos, trastornos del desarrollo o privaciones (OMS, 2019).

Autores como Paletzn (1955) mencionan que la violencia puede ser accidental, pero frecuentemente es intencionada, o, al menos, motivada, también puede ser fortuita, pero frecuentemente va dirigida a un objetivo en concreto. Puede infringir la ley o estar legalmente autorizada. De tal manera que puede estar dentro de la legalidad y ser ejercida por un poder legítimo, pero también puede encontrarse fuera de ello.

He comenzado hablando sobre el concepto de violencia para poder entender qué es la violencia hacia las mujeres y de manera específica aquella que se ejerce dentro de la política, ya que a diferencia de otras violencias que son practicadas por la sociedad, la violencia hacia las mujeres es de las violaciones más generalizadas y normalizadas en el mundo, siendo considerada un problema social y político.

Cuando hablamos de violencia política hacia la mujer, a menudo se piensa en agresiones físicas, pero su ejercicio cuenta con prácticas que pareciera más sutiles y tienen como consecuencia que sean más difíciles de erradicar. Este tipo de violencia “sutil” va desde la agresión verbal hasta la difamación en redes sociales, encontrándo también el acoso y las amenazas en el entorno laboral hasta la obstrucción de funciones que buscan la renuncia de las mujeres que han decidido participar como candidatas o aspirantes a un cargo.

En la esfera digital, el fenómeno de violencia es altamente viral, haciendo de las plataformas digitales ecosistemas de odio en donde se busca silenciar a las mujeres mediante la cosificación, la burla y amenazas de diferente índole. Teniendo como resultado la mina de la moral de la víctima y también envía un mensaje disuasorio a otras mujeres que buscan incursionar en la vida política.

El ejercicio de este tipo de violencia hacia las mujeres no sólo tiene una afectación individual, sino también a la sociedad en su conjunto porque cuando se obliga a una mujer a renunciar, a bajar el tono de su discurso o a cambiar sus propuestas por miedo o porque incomoda a algunos, la democracia pierde su diversidad de perspectiva y talentos que se necesitan para resolver problemas complejos. Porque la violencia política hacia las mujeres busca despojarlas de su autoridad, negando su competencia y limitando su capacidad para tomar decisiones.

La principal dificultad de combatir la violencia digital política hacia las mujeres reside en su capacidad para camuflarse y a menudo se esgrime la libertad de expresión como escudo para ataques, que son, en realidad, actos de acoso misógino. Es importante no olvidar que, si la democracia se construye sobre el principio de la igualdad de oportunidades, la violencia digital es el contrafuego que impide que las mujeres accedan al poder en igualdad de condiciones.

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