Hace una década parecía una utopía pensar que tendríamos un México en el que la titular del Ejecutivo Federal, la mitad del Congreso de la Unión y el 40 por ciento de las gubernaturas estarían en manos de mujeres. Pero para 2026 es una realidad administrativa y policía, representando un avance importante en la participación de las mujeres dentro de la política mexicana. Sin embargo, la batalla por incrementar el liderazgo femenino ha cambiado de fase, pues ya no solo se trata de llegar a los cargos de toma de decisiones, sino de ejercer y permear esa influencia hasta el último rincón del municipio.
El 2026 representa el segundo año de mandato de una Presidenta de la República en nuestro país. El simbolismo de Claudia Sheinbaum en la silla presidencial se ha convertido en la norma operativa del Estado porque el poder femenino no solo se concentra en Palacio Nacional. Actualmente 13 entidades federativas son gobernadas por mujeres, significando esto que el 40 por ciento del territorio nacional está bajo el mando ejecutivo estatal de una mujer.
A nivel federal, la “paridad en todo” ha cumplido su cometido aritmético. El Congreso de la Unión con 500 diputadas y diputados y 128 senadurías divididas en 50-50. Y el Gabinete Federal con 8 mujeres titulares en las Secretaría de Estado, siendo perfiles técnicos y políticos de alto nivel tomando decisiones en el país. Pero, mientras a nivel federal y estatal se ha logrado equidad, a nivel local se sigue teniendo una deuda pendiente, ya que, de acuerdo con el Instituto Nacional Electoral (INE), las presidencias municipales encabezadas por mujeres rondan apenas el 30 por ciento.
La cifra a nivel municipal nos muestra que las estructuras patriarcales de los partidos políticos y los cacicazgos locales siguen frenando el avance de romper el techo de cristal. Que solo 3 de cada 10 alcaldías tengan a una mujer al frente en 2026, nos indica que la paridad vertical ha funcionado, pero la paridad horizontal (en el territorio) sigue estancada.
Por lo que la importancia del liderazgo femenino para 2026, ya no debe radicar únicamente en la representación descriptiva de cuántas somos, sino en la representación sustantiva de qué hacemos. Con una Presidenta de la República, 13 gobernadoras y un Congreso paritario, la exigencia ahora es doble de crear un efecto cascada para impulsar cuadros femeninos locales que permitan incrementar el porcentaje de mujeres alcaldesas.
Fortalecer el liderazgo femenino político en 2026 es fundamental para continuar normalizando la autoridad femenina y con ello generar un cambio cultural, destruyendo el sesgo inconsciente de que la autoridad, la fuerza y el mando son atribuidos exclusivamente a los masculinos. Porque el liderazgo femenino en las cúpulas de poder, valida las aspiraciones de más mujeres en todos los sectores: político, empresarial y científico. Asimismo, la presencia masiva de mujeres en los lugares de toma de decisiones va forzando a que temas anteriormente considerados como privados o domésticos, se conviertan en asuntos de Estado.
México ya no es el mismo que hace una década. Hoy, las niñas de nuestro país ven todos los días que una mujer puede dirigir nuestra nación y necesitamos fortalecer el liderazgo femenino no solo por una cuestión de cuotas, sino por justicia. Porque cuando una mujer lidera, no solo avanza ella, avanzamos todas hacia un país más humano, más equitativo y libre.
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