Alejandra Carrillo

Las mujeres como guardianas de la tradición decembrina

TIEMPO DE LAS MUJERES

Para nosotros los mexicanos y mexicanas la Navidad es mucho más que un día de calendario porque es el día por excelencia en el que se reúnen las familias, adquiriendo esta festividad un significado de pertenencia porque sin importar lo lejos que se esté, el objetivo principal es poder volver a casa para compartir un plato de comida y recibir un abrazo cálido.

Sí, la Navidad se llena de luces, regalos y una mesa de comida que es organizada y hecha, en su mayoría, por mujeres. Y a pesar de que la narrativa sobre esta festividad nos habla de descanso, unión y paz, para un gran número de mujeres esta época representa la mayor carga de trabajo físico y mental del año. Siendo, una vez más víctimas del machismo, el cual, en esta época se manifiesta a través del silencio cómplice de quienes se sientan a la mesa a esperar que la cena aparezca por arte de magia, sin haber movido un solo dedo para que esto fuera posible.

Desde semanas antes comienza a trabajar la maquinaria invisible que hace de la Navidad algo posible y mágico, porque son nuestras madres, abuelas, tías, hermanas quienes diseñan el menú, gestionan el presupuesto, recorren mercados y supermercados abarrotados de gente para conseguir los ingredientes de cada platillo, y también coordinan la logística de cada actividad a realizar en esta noche tan especial. Esta carga mental que llevan las mujeres en la época navideña de planificar y recordar cada detalle es nuevamente un trabajo más que no es remunerado y que rara vez se reconoce.

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En la mayoría de las familias mexicanas, la noche de celebración navideña cada integrante de la familia cumple un rol, las mujeres son las encargadas de coordinar todo en la cocina, de servir, de limpiar y de asegurarse que cada invitado se sienta cómodo; mientras que los hombres ocupan el espacio público dentro del hogar manteniendo las conversaciones “importantes” con los demás, y en el mejor de los casos, se limitan a “ayudar” bajo instrucciones precisas porque no son capaces de hacerse responsables de algo que les compete a todos los integrantes de la familia.

Pero, es común escuchar a hombre decir con orgullo: “yo hoy ayudé a recoger los platos”, cuando no se trata de una ayuda, porque utilizar este lenguaje revela que quien ayuda se asume como un invitado externo en su propia casa. Este machismo estructural se disfraza de tradición, utilizando frases como “a mi abuela le encanta cocinar para nosotros”, ignorando que quizás la abuela preferiría tener mayor participación en la sobremesa sin el peso de saber que terminando la cena le esperan tres horas de limpieza.

Esta Navidad democraticemos el esfuerzo que implica tener una celebración tan esperada y significativa en nuestras familias, repartiendo responsabilidades por defecto, visibilizando el trabajo que por años han hecho nuestras madres y rompiendo con el rol de servidumbre. Porque la cena de Navidad debe ser un espacio de disfrute compartido, así que este año y los que siguen demos la corresponsabilidad como el mejor regalo a las mujeres que integran nuestro hogar.

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