En días pasados, en redes sociales se hizo viral el video de un futbolista que expresó un pensamiento machista y misógino, el cual lamentablemente continúa imperando dentro de la sociedad mexicana.

Retomar un acontecimiento como éste es importante debido a que se expresaron ideas de subordinación de las mujeres y de exaltar la masculinidad, provocando una polarización de opiniones en las redes sociales, dejando a la vista la persistencia del machismo existente no solo en la mentalidad masculina sino también su influencia en las mujeres.

Con base en lo que se vio en estos días en redes sociales en torno al posicionamiento del futbolista, nos damos cuenta de que no es exagerado afirmar que el machismo está incrustado en el tejido social mexicano y que aún tenemos una tarea importante por realizar para terminar con ello.

Vemos el machismo en los chistes sexistas normalizados, en la distribución desigual de las tareas domésticas, en la brecha salarial, la impunidad de la violencia de género y en los feminicidios que tiñen de luto a nuestro país cada día.

Cuestionar y buscar erradicar el machismo no es sinónimo de terminar con los hombres, lo que se ha buscado durante años y por lo que se ha luchado es por la igualdad entre hombres y mujeres, que haya respeto a los derechos de ambos y que cuenten con las mismas oportunidades.

Es necesario terminar con la idea de que las mujeres solo pueden desarrollarse en la esfera privada en el cuidado y procuración del hogar, que deben ser madres para ser mujeres completas, así como dejar de ver a los hombres solo como proveedores o seres que deben reprimir sus emociones para cumplir con su “hombría”. Porque todos y todas tenemos derecho a expresar nuestras emociones tanto como a realizarnos profesionalmente.

Las tareas del hogar no son exclusivas de las mujeres, son actividades que todos y todas debemos realizar para ser personas funcionales y vivir dignamente, no nos hace más hombres o mujeres llevarlas a cabo o no.

Es necesario dejar de lado este pensamiento de asignación de roles y podremos lograrlo con la educación, promoviendo desde la infancia valores de igualdad, respeto y equidad. Tanto las familias como las escuelas tienen la responsabilidad de enseñar a las nuevas generaciones que la valía de una persona no reside en su género, sino en su humanidad, esto implica romper patrones, cuestionar roles preestablecidos y fomentar una masculinidad basada en la empatía y la corresponsabilidad.

Así como es importante la educación, también es fundamental que las instituciones refuercen los marcos legales y garanticen su cumplimiento para combatir la desigualdad y la violencia de género.

Necesitamos políticas públicas con perspectiva de género en todos los ámbitos (laboral, de salud, educativo, de seguridad y de representación política), por ello, es necesario que las mujeres sigamos ocupando cada vez más espacios en cargos para la toma de decisiones y el ejercicio del poder político.

Necesitamos, hombres y mujeres, reconocer el problema y confrontar nuestras propias actitudes machistas y trabajar en conjunto para construir una sociedad donde la igualdad no sea una aspiración, sino una realidad cotidiana porque desterrar el machismo es una necesidad urgente para el desarrollo y bienestar de nuestro país.

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