El acoso sexual callejero es una forma de violencia de género normalizada que coarta la libertad y la seguridad de miles de mujeres, niñas y jóvenes todos los días. El acoso que las mujeres vivimos en las calles es una forma de recordarnos que el espacio público, el que supuestamente es de todos y todas, tienen dueños invisibles que se sienten con el derecho de invadir nuestro espacio personal, intimidarnos, juzgarnos y hasta tocar nuestros cuerpos.

El día de hoy escribo sobre un tema sumamente delicado pero que ha sido normalizado por la sociedad, y ha llegado a tal grado que el pasado 04 de noviembre un hombre en pleno Centro Histórico, a plena luz del día, acosó sexualmente a la Presidenta de México, a la Dra. Claudia Sheinbaum Pardo. Lo que este individuo realizó fue eso y hay que decirlo con todas sus letras porque es lo que miles de mujeres viven diariamente en las calles de este país y debido a esa normalización que existe sobre esta acción es que miles de hombres quedan impunes y siguen practicando esta violencia hacia nosotras.

Si preguntáramos a las mujeres de nuestra familia si han sido víctimas de acoso en la calle, nos daríamos cuenta que más del 90 por ciento nos van a responder que sí, porque no se trata de un incidente aislado sino de la normalización de invadir nuestro espacio personal y nuestros cuerpos; enfrentándonos diariamente a espacios en donde hay constantes miradas lascivas, silbidos, ruidos con connotación sexual, comentarios sobre nuestro cuerpo, y en sus formas más agresivas, hay persecuciones, arrinconamientos y tocamientos no deseados. Esta es la realidad que vivimos las mujeres desde que somos niñas.

Este tipo de violencia tiene un impacto profundo que va más allá del momento de la agresión porque genera un estado de alerta y miedo permanente, de tal manera que las mujeres hemos aprendido a adoptar estrategias de seguridad involuntarias como cambiar de acera, simular una llamada, evitar ciertos horarios, vestir de cierta forma,etc; es decir, nos han enseñado a adaptar nuestra vida para no ser agredidas, en lugar de enseñar a los agresores a no agredir.

Lo que sucedió con la Presidenta nos muestra lo vulnerables que somos las mujeres en las calles de México, tanto es así que ni la mujer con más poder está exenta; porque el patriarcado ha enseñado a los varones que tienen permitido invadir el espacio personal de las mujeres, que tienen derecho sobre sus cuerpos y que sus acciones pueden ser justificadas por el simple hecho de ser hombres. Y al mismo tiempo este hecho reflejó la educación y la cultura machista que impera en la sociedad mexicana, al haber existido expresiones de que todo se trataba de un montaje. No señores, el acoso callejero no es un montaje, es la realidad que miles de mujeres vivimos en este país y no está para hacer mofa de ello, sino para crear conciencia y reflexionar sobre este mal que invade a la sociedad y ha llegado a matar a mujeres.

Las calles deberían ser un espacio de encuentro y libertad para todas y todos, estamos hartas de sentir que la calle no nos pertenece, porque el acoso callejero no es un problema de conducta individual, sino de una estructura social que lo respalda y normaliza.

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